Suspendido entre lo que fue y lo que pudiera ser, el cuero aguarda el soplo creativo conteniendo en su íntima estructura una chispa latente de Vida deseosa de nacer a una nueva forma de existencia. A veces, si se trabaja con la debida compasión, se consigue que esa chispa vuelva a brillar y anime la obra dotándola de carácter. Selim

24 nov 2012

Es necesario asumir a la artesanía como categoría artística: Ibarra













Gabriel Leyva
    Desde que el Homo habilis aparece sobre la tierra, surge la capacidad de transformar la materia y con ésta, la artesanía. Manos que crean armonía y belleza en la materia y que, como en el caso del pueblo chino o las obras de Benvenuto Cellini, Tiffany, Fabergé… la convierten en objetos cuyo dominio virtuoso de la técnica y originalidad en sus diseños, los hace ver como piezas únicas de un valor estético que acaricia la fantasía. Ejemplos claros de que, aunque estén bien definidos por sus características y objetivos, arte y artesanía son términos que en ocasiones se entremezclan y confunden; se hermanan como producto de la creatividad emocional que sólo el ser humano es capaz de expresar. El maestro Austreberto García, alguna vez definió la artesanía como “la sublime ingenuidad de cualquier ser sensible que desea crear algo bello con sus manos”. Santiago Ibarra, director de la Escuela de Artesanías (EA) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), expresa que “el término artesanía está bien —entendiéndolo como lo que en Europa se llama arte aplicado para no confundirla con manualidades—, el problema es que en el contexto nacional uno habla de artesanía y se maneja culturalmente una cuestión inferior; sin conocerla, le damos un grado menor como categoría artística y eso no se vale”.   

Aprovechar la tecnología en su elaboración

     En entrevista, Ibarra considera primordial acercar a los jóvenes al arte sin importar su nivel socio-económico, involucrarlos en la creación o, cuando menos, en la apreciación. “Todos debemos valorar lo estético-artístico desde lo cotidiano, así tendremos visiones distintas del mundo y estimaremos más lo nuestro, no en cuestión de superior o inferior, sino de distinguir y aceptar las diferencias”. Algunas personas interpretan que la artesanía es vivir en la nostalgia; según ellos, ésta no debe utilizar herramientas actuales porque pierde su carácter “artesanal”. El director de la EA sostiene lo contrario. “La artesanía debe de aprovechar la técnica y la tecnología que tenga a la mano. Aquí contamos con conocimientos que nos dan presencia en todo el mundo; inclusive, gracias a esta institución se reconoce a México en los concursos internacionales; aportamos mucho al plano cultural y académico del país y podemos aportar más”. En cualquier sociedad, las escuelas de Artesanías o Arte Aplicado tienen un lugar especial por ser semilleros de obras excelsas que configuran la identidad de su cultura. En nuestro país, gracias al pintor guanajuatense José Chávez Morado, se funda en 1961 la Escuela de Diseño y Artesanías (EDA). Para 1979 las especialidades se dividen y originan dos escuelas independientes: la de Diseño y la de Artesanías. Ya consolidada, en 1994, la Escuela de Artesanías (EA) modifica sus contenidos temáticos, mapa curricular y elabora un plan de estudios —vigente hasta ahora— con nuevos métodos de enseñanza que intensifican la creatividad artística dentro de técnicas sofisticadas. De esta manera, los artesanos que aquí estudian, encuentran formas y caminos propios de trabajo que les dan prestigio en nuestra historia cultural. Santiago Ibarra se muestra orgulloso del lugar donde trabaja y, sin embargo, insiste en que se valore “lo que hacemos, primero tienen que conocer nuestra trayectoria y propuestas estéticas. Somos una comunidad con historia pero sin historiografía; la crítica y los escritores de arte no la contemplaron. Entonces, si ellos no hablan sobre nuestros quehaceres y creaciones, la EA lo hará. Nosotros asumimos el compromiso de crear, escribir y defender nuestra historia”. Es una escuela donde “se forman creadores, se hace arte aplicado retomando parámetros mundiales. Este género se relaciona con objetos que tendrán una utilidad pero, a diferencia de una artesanía regional, se trabaja con materiales específicos, generalmente caros: maderas finas, metales preciosos, vidrios importados, entre otros”, como definió Santiago Ibarra. Actualmente la EA ofrece estudios con duración de tres años de Técnico Artesanal en ocho especialidades: ebanistería, esmaltes, cerámica, estampado, joyería y orfebrería, textiles, vitrales y metales. Sus programas contemplan varias áreas: técnica —el taller—, artística, metodológica y teórica. Sólo la primera es exclusiva de la especialidad; en las demás los alumnos comparten, conviven y trabajan con otras disciplinas. Reconoce que “es la de mejor nivel y la más importante en Latinoamérica, la única escuela en México que forma profesionales —en estas áreas— realmente, al dar título y cédula profesional. El trabajo que hacemos lo demandan en todo el Continente, nos piden asesoría para pulir, implementar o consolidar procesos de producción artesanal en diferentes comunidades”. A fin de sensibilizar a los artesanos sobre la pertinencia de cambiar modos y medios de producción (materiales, técnicas, comercio), se han realizado proyectos con importantes resultados. Ibarra mencionó uno: “Está establecido que para exportar cerámica, esta debe fabricarse con materiales sin plomo; la Escuela asesoró algunas comunidades para utilizar esmaltes sin este componente y con ello abrirles el mercado internacional”. Para ingresar al plantel se debe poseer una aceptable cultura general, apreciar las manifestaciones artísticas y, en especial, ser sensible al arte y hábil para el manejo técnico, así como estar dispuesto a recibir una formación integral. El objetivo es formar técnicos artesanales en las ocho áreas, creadores a la par de cualquier otra enseñanza o formación artística y que, además, conozcan la historia y estilística de su especialidad y cuenten con propuestas estéticas. La edad mínima para ingresar a esta escuela es de 15 años, aunque en las aulas se pueden ver alumnos mayores incluso a sus maestros que comparten clases con otros todavía adolescentes. Al respecto Ibarra comenta: “Nuestra escuela es muy heterogénea, por lo tanto, muy interesante. En apariencia sería difícil manejar un grupo así, pero en la realidad es excelente porque se enriquece la dinámica de la clase”. Al egresar, los alumnos cuentan con excelentes conocimientos técnicos, además están capacitados para ofrecer propuestas artísticas y estéticas en cuanto a formas, texturas y elementos. “No hacemos manualidades porque nuestra formación es otra —aclara—; impulsamos la apreciación, creación y valoración de la artesanía o arte aplicado a un nivel profesional. Se persigue que al dejar la escuela pongan su taller, aunque no se descarta la docencia y la investigación. Pero, lo más importante, todos ellos son creadores de obra”. Cuando se hizo responsable de la institución, Santiago Ibarra asumió varios retos: consolidación de la licenciatura; egresar profesionales con conocimientos que satisfagan el mercado de trabajo; difundir las bondades de la institución; contar con un equipo de investigadores para fortalecer las asesorías a comunidades artesanales, y “convertirnos en una escuela sólida, con presencia y con trabajo que la respalde”. Para el director todavía el arte aplicado permanece al margen de galerías y museos, lo que impide un mayor conocimiento y reconocimiento de artistas como David Cimbrón, Ricardo Preciado y Gustavo Pérez —el ceramista más importante de México, laureado internacionalmente—, personajes destacados que se formaron en la EA. De ellos, se recuerdan algunas exhibiciones virtuosas y vistosas que de la sencillez de formas trascienden a la creación de un auténtico lenguaje plástico.

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